La Sexta pasa por ser la cadena de televisión más de
izquierdas de España y su programa sabatino La Sexta Noche el debate más plural
y democrático del panorama mediático actual. Resulta evidente que sus
principales propietarios y mandamases han sabido llenar y colmar el nicho
popular y populista de izquierdas que estaba prácticamente huero de contenido
en nuestro país con nombres y formatos de estética y apariencia izquierdista,
incluso a veces radical: El Gran Wyoming, Jordi Évole, Al rojo vivo y Ana Pastor
son algunos de sus iconos o hitos de referencia indiscutible.
Ese espacio virgen, joven y contestatario lo explotan con
sabiduría empresarial en su propio provecho para conseguir cuotas de pantalla
excelentes en algunas franjas horarias determinadas, incluso de prime
time, dando al telespectador huérfano de pluralidad informativa un oasis
distinto que oxigene la asfixiante preponderancia de los mensajes
bipartidistas y de sesgo ideológico de derechas en general.
¿Es tan de izquierdas La Sexta Noche como en una
primera impresión superficial, puntual o a vuelapluma pudiera parecer? Además
de lo que se dice verbalmente en el espacio televisivo, toda comunicación
hablada, escrita o audiovisual se produce o se vende a través de una puesta en
escena que modifica, altera, oculta o difumina lo que los presentadores y
tertulianos quieren expresar con sus personales puntos de vista.
La escenografía, siempre visible en sus elementos
singulares, se compone, gran paradoja, de silencios estructurales e intenciones
no explicitadas que permiten lanzar al espectador mensajes subliminales para
ahormar su opinión sin que pueda advertirse el impacto de esas opiniones
fantasma o intangibles. Podríamos decir que el medio sigue siendo el mensaje en
sí mismo (la puesta en escena, el formato y conceptos similares), tal y como lo
dejara escrito McLuhan.
Otrosí muy importante. Nos son los trabajadores, en este
caso periodistas y profesionales de la comunicación, los que imponen su
criterio en ninguna empresa capitalista. Los accionistas, normalmente en la
sombra, y sus mandos intermedios son los que crean los mensajes que se avienen
mejor a sus principios políticos e ideológicos y a sus intereses económicos.
Nadie tira piedras sobre su propio tejado: esta ley es básica en el sistema
capitalista.
Por tanto, no es aventurado señalar que “el espacio o
sensibilidad de izquierdas” es un nicho o segmento de mercado como otro
cualquiera susceptible de rendir beneficios extraordinarios en el régimen
capitalista siempre y cuando no ponga en cuestionamiento extremo el sistema en
sí.
Veamos con cierto detalle el caso particular de La Sexta
Noche y sus principales trampas teatrales o escénicas.
Objetividad científica frente a subjetividad política
Una figura más que relevante es la del técnico estrella que
dicta clases magistrales desde una autoridad mítica de carácter científico e
inapelable. Suelen ser economistas de éxito y con pedigrí denso y atractivo,
aunque también ha habido apariciones puntuales de profesionales de otros
ámbitos académicos. Su prestigio avala sus tesis irrebatibles, usando como
apoyo de mercadotecnia publicitaria la clásica pizarra y la tiza colegiales,
dos apéndices o símbolos incuestionables de maestría anclados en la psicología
infantil de la inmensa mayoría.
El profesor economista es el paradigma de la neutralidad y
la objetividad científica. Los sabios no huelen a nada ni están sujetos a las
veleidades corruptas del común de los mortales. Por supuesto, tampoco ostenta ideología
propia ni opiniones políticas. Solo pretenden
ofrecer luz al populacho, a la gente normal.
Frente a esta altura ética o moral exenta del mal absoluto
se contrapone la política, un lugar de componendas oscuras, ficciones
interesadas e ilusiones erráticas encarnadas en los partidos, un guirigay de
realidad orgánica en el que nadie se pone de acuerdo ni escucha al adversario
con atención. La democracia es así un lugar donde cualquier disparate tiene el
mismo valor, que tiende a cero normalmente, y los argumentos políticos el mismo
peso específico ya los exponga un botarate o un político serio y riguroso. Lo
importante es hacer ruido, crear polémica y ofrecer carnaza espectacular.
El sabio y economista porta en su seno de autoridad la
verdad irrefutable, mientras los políticos o tertulianos son meras bazas o
proyecciones de las contingencias humanas cotidianas y venales. De esta forma,
todas las ideas políticas, más allá del análisis pormenorizado de los
fundamentos sociales y hechos en que se basa cada cual, quedan rebajadas
automáticamente a meras ocurrencias coyunturales y casi espontáneas del
trasiego banal y corrupto de la democracia real.
Estamos ante un mensaje muy de izquierdas. Nos explicamos:
dada la penuria de medios sólidos, acreditados y pujantes que den cuenta de
ideas y propuestas alternativas que confronten las de la derecha, de presencia
abrumadora, La Sexta Noche es un oasis que en el desierto de la pluralidad y
seriedad informativa fulge como una rara avis de frescor
auténtico y brisa amable con los presuntos postulados más a la izquierda del
espectro político.
Recordemos a los más señeros economistas utilizados por el
programa para dar sus clases magistrales urbi et orbe. Gay de
Liébana, ahora fichado por Telecinco, vinculado a las elitistas ESADE y CEU;
José Carlos Díez, relacionado con la crema universitaria de negocios de ICADE,
la empresa Intermoney y el grupo PRISA: es el oráculo joven de las nuevas
tendencias económicas con vago barniz socialdemócrata o progresista; Niño
Becerra, el gurú predictor fuera de concurso que va por libre
y mantiene opiniones alternativas u estrafalarias con el poder establecido, y,
por último, Daniel Lacalle, un dandy y tiburón de fondos de
inversión internacionales, admirador confeso de las trapacerías depredadoras de
lo público de Margaret Thatcher y amigo de cabecera de Esperanza Aguirre, una
pieza de talento guapo y agresivo muy al gusto del neoliberalismo globalizado.
El bipartidismo institucional como principal referente
A ambos lados del presentador se sitúan las plazas
imprescindibles e inexpugnables del statu quo: PP y PSOE, con
guiños visuales muy significativos, el segundo a la izquierda visual del
espectador y el segundo en su posición inalterable de derecha psicológica
tradicional.
El PSOE está representado desde la puesta de largo del
programa en 2013 por Carmona, diputado autonómico madrileño y candidato a la
alcaldía de Madrid. Su capital político acumulado tiene que ver con su
aspiración in pectore de liderar la candidatura municipal de
su partido. Antes de su proclamación formal, eran continuas las referencias
soterradas a su ambición o pretensión política. Desde meses atrás lleva en
campaña, ventaja mediática y publicitaria sobre el resto de opciones y
candidatos en liza que no le han sonrojado ni obligado éticamente a rechazar o
modular su presencia de tertuliano en el programa. Con él, La Sexta Noche ha
vulnerado la pluralidad informativa de modo grueso y clamoroso.
En el consabido ring del bipartidismo
oficialista, tenemos como portavoz de la derecha a Marhuenda, el inefable
director del rotativo ultraderechista La Razón. ¡Un periodista como
representante oficioso del Gobierno Rajoy! ¡Viva la independencia! Eso sí, se
trata de una jugada diabólica: da la sensación de que el PP cuenta con menos
voces reales en el debate o, al menos, con las mismas de su contrincante,
situación equívoca o mejor dicho falsa donde las haya. Al invitado del aparato
del PP siempre hay que añadir las voces de Marhuenda, el faltón Inda y un
tercer “periodista independiente” afín al mercadillo o club con tufo derechista
más o menos explícito del panorama mediático actual.
Las cuentas son claras, obvias y evidentes a pesar de que se
pretenda jugar al despiste. El PP siempre cuenta como fijos con cuatro escaños
en el programa en directo: su político de turno y tres comunicadores de su
ámbito de influencia y propaganda. Si abrimos el campo semántico del concepto
derecha, más allá de los discursos de coyuntura o estrategia ambiental, debemos
contabilizar como derecha por extensión también a UPD y Ciudadanos. Por tanto,
la bancada derechista suma ya 6 voceros, tertulianos u opinadores políticos.
Con el psocialista Carmona, el bipartidismo alcanzaría 7 de
presencia, mayoría absoluta más que holgada.
A la izquierda, IU y Podemos con el añadido de algún
periodista, analista o político de la izquierda moderada o próxima al PSOE con
alguna intervención esporádica de comunicadores de mayor enjundia radical
izquierdista en su rigor informativo (Maraña como ejemplo más singular). En
resumen, 7 escaños de derechas y 3 de izquierda. Si se quiere colocar al PSOE
en el banco de la izquierda: 6-4 a favor de la ideología al servicio del PP y
su entramado de intereses. Claro y en este conteo no contemplamos al economista
estrella, que desde su púlpito áureo destila o emana ideas poco o nada críticas
con el modelo capitalista vigente. Otro aval para las tesis del PP y asimismo
del PPSOE. Y de relleno simpático y efectista nombres de políticos segundones
retirados o jubilados, periodistas outsiders de menor
relumbrón miembros de medios digitales pro PP o PSOE y rockeros insípidos
protagonistas de batallas ya lejanas en la volátil memoria colectiva (Sardá sin
ir más lejos). Dan la nota de color kitsch o mundana al
programa en cuestión.
Las novedades emergentes
Este set ha tenido una gran predicación en
el formato, siendo quizá la base o fundamento del aroma izquierdista que
destila La Sexta Noche. Conectando con el impulso juvenil del 15M y los
movimientos sociales de nuevo cuño (desahucios de vivienda, escraches, mareas
ciudadanas…), el programa ha sabido poner en valor nuevos líderes políticos y
sociales que conectaban con las inquietudes y formas distintas de hacer
política que se venían manifestando en la calle.
La Sexta ha invertido fuerte en las novedades emergentes:
Podemos, Pablo Iglesias y Ada Colau como referentes de esos tics políticos y
movimientos sociales que solicitaban espacios de atención y expresión para
contrarrestar el anquilosamiento de la vieja política representada por PP, PSOE
e IU, formación a la que se ha metido en el mismo saco en muchas ocasiones sin
haber detentado poder político jamás para ser responsable de la actual crisis
institucional y sistémica que vivimos en la actualidad.
La inversión en novedades de ingenio y potencial de futuro,
de tirón comercial indudable y de gran impacto social (Iglesias y Colau
principalmente) ha supuesto un éxito de audiencia y de estrategia empresarial
incuestionables. La Sexta Noche era la punta de lanza donde la nueva España
empezaba a tomar cuerpo: hundimiento controlado de IU cuando las expectativas
demoscópicas le auguraban un alza más que apreciable, entronización de Iglesias
y Podemos como alternativa y única opción light, saludable y joven
con estética underground de chicos y chicas de excelencia
universitaria a la vieja guardia política (casta en su denominación de origen)
ya gastada por el vicio nefando de la corrupción. La irrupción de Colau, más
allá de sus méritos y gestos innegables de activista comprometida con la gente
trabajadora, ha eclipsado a otros líderes o luchas sociales de envergadura más
o menos similar protagonizados por sectores (sanidad, educación…) y sindicatos
clásicos en reivindicaciones laborales más tradicionales o habituales, al
tiempo que la movilización ha reducido su intensidad y nervio vital en los
últimos meses de manera más que sospechosa.
El mensaje que se ha lanzado a la izquierda nominal en su
ámbito genérico de influencia es que había que confluir en Podemos y los nuevos
actores emergentes con audacia y esplendor inusitados. Las condiciones o
principios de discusión abogaban por un nuevo campo de expresión de la voluntad
mayoritaria de izquierdas liderada por las caras nuevas simbolizadas en
Iglesias y Colau. Su imagen marcaba la pauta: el resto de opciones o
sensibilidades debía plegarse a las “condiciones democráticas” de las
izquierdas emergentes: asamblearismo formal dominado por sus presupuestos de
partida y sus procesos afines, negación de siglas e historias personales con
recorrido previo contaminadas de vejez prematura y negación a ultranza de ideas
propias y colectivas con aroma o tufo a doctrinas nacidas en el antiquísimo
siglo XX.
El mensaje ha calado: le democracia capitalista funciona a
las mil maravillas hasta en situaciones de hastío generalizado y crisis aguda.
Las nuevas esperanza hay que canalizarlas por obligación en Podemos y en
apuestas de nuevo cuño. La izquierda amable, educada y reformista tiene ya un
nuevo polo de atracción, Podemos y sus aliados naturales de similar pensamiento
o ideario.
El auge ¿controlado? de Podemos demandaba, sin embargo, un
factor que contrarrestara su halo de alternativa sin color definido y de
ideología ambigua. Podemos tiene un caladero muy variopinto: electores de IU,
PSOE e incluso PP, por lo que una hipotética mayoría electoral con sesgo
izquierdista preocupaba a las instancias de poder invisible que han alentado
por activa o pasiva su actual fuerza sociopolítica. De ahí, la aparición súbita
y artificial de Ciudadanos, un engendro político que puede detener la
hemorragia previsible de votos en el PP. Ciudadanos es una solución de
emergencia que pretende dos objetivos concretos: recabar votos y voluntades
desafectos o enojados con el PP de Rajoy para la derecha y restar adhesiones a
Podemos. En el fondo, está aflorando un bipartidismo alternativo al consabido
de PP y PSOE. ¿Desempeñarán Podemos y Ciudadanos roles idénticos a PSOE y PP o
solo de cobertura excepcional ante una situación crítica del entramado sociopolítico
en vigor? Pronto saldremos de dudas de si existe margen para un proyecto
histórico diferente al surgido de la transición franquista.
El invitado de piedra
Toda puesta en escena eficaz que se precie de ello necesita
invitados de piedra, tontos útiles o chivos expiatorios que puedan realzar los
mensajes fundamentales a trasladar a la opinión pública otarget al
que se dirigen ex profeso. IU juega el papel de comparsa
izquierdista que no inquieta en exceso al poder establecido desde su
consolidación como coalición hace ya varios años.
IU, entre sus lindes o topes electorales insalvables dentro
de la ley D´Hondt, su presencia mediática mínima, sus propias inercias
perdedoras o a la sombra del gran hermano del PSOE y su siempre inminente
explosión interna gracias a las volubles nuevas izquierdas encabezadas por
jefes y jefas de ocasión que al final suelen irse con alevosía herida y el
subsiguiente escándalo mediático o abandonarse al abrazo y los cargos del PSOE,
es el invitado de piedra perfecto, con solera, para contraponer a la
irresistible figura de Pablo Iglesias y de la fresca lozanía de Podemos.
Hasta sus líderes de mayor juventud (Garzón y la ex todo
Tania Sánchez a la espera de comisión de servicio) han representado a IU entre
fervores declarados en clave de silencios elocuentes hacia las nuevas ideas de
Podemos y productos de similar corte. Han defendido sin convicción el pin que
les daba cobertura y carta de naturaleza política, IU, mientras trasladaban la
sensación de hablar subyugados por una estela o manto invisible en la que podía
leerse entre líneas el rótulo de Podemos, su objeto de deseo que operaba
inconscientemente como compulsión psicológica de oscura atracción enfermiza.
La meta estaba clara: usar a IU como alter ego cansado
y vetusto de la izquierda pujante y transformadora. Lo viejo contra lo nuevo,
un discurso recurrente que suele funcionar a corto plazo en crisis agudas de
manera exitosa y fulminante. La virginidad e inexperiencia resultan
irresistibles cuando las viejas estructuras amenazan ruina o se tambalean en su
precaria peligrosidad. A la larga, este proceso puede ser reversible, una vez
que la realidad política contamine la imagen intachable del nuevo producto a la
venta. Esto sí, nunca se sabrá a ciencia cierta que pecio de IU podrá salvarse
del naufragio o muerte técnica que se vaticina por el tormentoso horizonte
político.
Estos serían a grandes rasgos los méritos, trampas y
mensajes subliminales de La Sexta Noche. Con apariencia de izquierdas, todo se
consume mejor y se digiere bastante bien. Sin embargo, resulta cómico o ingenuo
pensar que el Grupo Planeta a través de Atresmedia pueda estar alentando
mediante el ascenso de Podemos una revolución anticapitalista en España. La
Sexta hace negocios y el nicho de la izquierda hay que rellenarlo como sea
tanto por motivos empresariales como por razones ideológicas y políticas. Está
bien que exista un programa como La Sexta Noche, sin embargo no hagamos dioses
mediáticos sin análisis críticos y argumentos contrastados.
Los medios de comunicación privados se deben a su junta de
accionistas y a la dictadura de su urgente cuenta de resultados. La Sexta Noche
es un “beneficio colateral y milagroso” de la casi inexistente pluralidad
mediática de nuestro país, en un panorama yermo de iniciativas públicas para
conseguir una información más veraz, independiente, democrática y objetiva en
España. Veamos La Sexta Noche como un mal menor y con la mente en alerta
permanente y en guardia siempre a la expectativa de argumentos vendidos bajo
intereses ocultos y escenografías de bella apariencia que pudiere embotar
nuestra cabal entendimiento de la compleja, y a veces paradójica, realidad
ideológica y política.
La cadena La Sexta (Évole, Wyoming…), dicho en términos
vulgares o coloquiales, “es lo que hay”, tal vez lo máximo que puede haber “de
izquierdas” en la España televisiva de monocultivo ideológico de hoy en
día.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del
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