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lunes, 30 de noviembre de 2015

Cumbre de París. Los zorros a cuidar el gallinero


José Ramón Mendoza
“No podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el medio ambiente para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres”.
“El ambiente es uno de esos bienes que los mecanismos del mercado no son capaces de defender”.
“La idea de un crecimiento infinito o ilimitado que ha entusiasmado tanto a economistas, financistas y tecnólogos, supone la mentira de la disponibilidad infinita de los bienes del planeta”.
Encíclica “Laudato sí”. Papa Francisco

Puede parecer extraño que alguien que se considera marxista comience su escrito con dos citas de un Papa, pero hemos creído conveniente resaltar, más allá de que no compartimos los postulados religiosos que se exponen en la encíclica, la rotundidad de este mensaje que, por primera vez se emite desde la institución que encabeza el Papa.

Y esto viene a cuento porque el objetivo de la próxima “Cumbre del Clima” de París (la COP 21) tiene por objetivo alcanzar un acuerdo ambicioso, y sobre todo vinculante, que haga posible acotar el avance del cambio climático que el protocolo de Kioto y la fracasada cumbre de Copenhague fueron incapaces de llevar a cabo.

El vuelco climático está perfectamente documentado y, sin embargo, muchos responsables políticos y económicos siguen, en expresión de Ban Ki-Moon, con “el pie atorado en el acelerador”, cuando se está demostrando que la idea de un crecimiento ilimitado, e infinito, consustancial con el modo de producción capitalista, sigue entusiasmando a economistas.

Pero ese modo de crecimiento supone basarse en la falsedad de que los recursos materiales del planeta son ilimitados y esto es aplicable al denominado desarrollo (concebido como crecimiento) ilimitado que, de hecho se ha convertido en un discurso con un único contenido: el de exculpar un modelo productivo absorbiendo frases, que no valores de la ecología política, pero siempre dentro de la lógica del capital.

Indudablemente esto es una irracionalidad que tiene sus raíces en las leyes del funcionamiento del capital; o lo que es lo mismo, la producción buscando el beneficio, la tendencia a la acumulación y la competencia entre capitales, leyes que nos llevan a la naturaleza propia del capitalismo como modo de producción regido por la Ley del Valor.

Los gobiernos de los países desarrollados, y de los denominados emergentes, dicen gobernar siempre según la razón. Pero la política climática capitalista es irracional ya que es consecuencia de la ley del valor; por lo que una política de racionalidad climática no podrá nunca ser el eje de la actividad económica, si no se produce previamente un cambio radical de paradigma.

En relación con los gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático, este cambio radical de paradigma supone eliminar las emisiones de carbono fósil (carbón, petróleo, gas) lo que implica, primero reducir drásticamente, durante un periodo de transición, y luego abandonar el uso de los combustibles fósiles; ello teniendo claro que no se trata sólo de una cuestión de cantidades, es necesario un cambio cualitativo, una verdadera revolución energética y de sistema productivo que implica un uso controlado de todos los recursos naturales y una reorganización social y para ello es necesario un plan estratégico que combine  tanto factores cuantitativos, como cualitativos, actuando tanto en el plano ecológico, como en el social.

La situación actual del volumen de emisiones de gases de efecto invernadero está acelerando el vuelco climático lo que supone entrar en una situación de urgencia. Ello nos obliga a  recurrir a poner en marcha algunas soluciones no estructurales, como, tal como señala Daniel Tanuro en “el Imposible Capitalismo verde”, por ejemplo la de plantar árboles para absorber el CO2 atmosférico; los aislamientos térmicos y la generalización de los paneles fotovoltaicos para no emitir  CO2, pero teniendo en cuenta que ellas no tienen todas el mismo significado ecológico ya que, mientras la primera es coyuntural para solamente poder ganar tiempo, la segunda es estructuralmente prioritaria; mientras que la tercera supone una inversión en la línea de que las energías renovables reemplacen a las fósiles y no se sumen a ellas, por lo que sólo será racional si va acompañada de una reducción de las necesidades energéticas en producción de electricidad, en transporte, en alimentación, en urbanismo, en residuos, etc.

Ello implica una revolución del proceso de producción, no basta apropiarse el proceso productivo, hay que transformas el actual y sustituirlo por otro mediante una revolución de las fuentes energéticas. Pero ni siquiera eso es bastante.

No basta con esa transformación del proceso, no basta con transformar también el aparato productivo y los modelos de propiedad. Es necesario también cambiar el modelo de consumo y sustituirlo por otro basado en la satisfacción de las verdaderas necesidades sociales que son totalmente diferentes de las que ha creado artificialmente la necesidad incesante del crecimiento capitalista
Se hace necesario una reorganización, lógicamente mediante un periodo de transición, del conjunto de los modos de producción y consumo y que no puede basarse en los criterios del mercado capitalista, sino en otros exteriores al mismo basados en las necesidades reales de las personas y de los pueblos y en el equilibrio ecológico y ello implica ir creando una economía de transición al socialismo que decida en un proceso de transición democrática cuales son las prioridades.

El gran reto de París es conseguir hacer ver que no se puede crecer indefinidamente que estamos traspasando, si no lo hemos hecho ya los límites del planeta y que no se es más feliz por consumir más.

¿Puede esto venir de la mano de quienes nos han abocado a esta situación límite y que en los primeros días de diciembre se reunirán en la cumbre de París, patrocinada entre otros por multinacionales de la automoción, la aviación y la energía? Lo dudamos mucho.



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